lunes, 3 de marzo de 2008

Lumbres de San Antón


Antonio Abad, o San Antón conocido como el Ermitaño (251-356), nació en Heraclea (Egipto). A los 20 años vendió todas sus posesiones y las donó a los pobres, retirándose después al desierto para llevar una vida ascética. Allí, en el desierto, ayudó a muchos ermitaños, hasta que decidió vivir en completa soledad, apartado del mundo. Su vida, según la leyenda, está muy ligada a la del apóstol Pablo, a quien fue a cuidar en sus momentos finales. El cuervo que alimentaba diariamente a Pablo, le dio la bienvenida llevándole dos hogazas de pan a Antonio. A la muerte de Pablo, éste le enterró con la ayuda de dos leones y otros animales. Durante su estancia en el desierto, los animales se le acercaban para que los curaran. Uno de ellos, una jabalina, se le acercó con sus jabatos, ciegos. San Antonio los curó, y desde entonces ese animal siempre le acompañó, protegiéndolo. De ahí su imagen con un cerdo a sus pies. Su orden, la de sus seguidores, los Antonianos, se han caracterizado siempre por atender a personas con enfermedades muy contagiosas, especialmente el ergotismo, también llamado fuego de San Antón o culebrilla.
Hoy día en Bailén son muchos los vecinos que se reúnen alrededor de un fuego de ramón, tradición que estaba desapareciendo y que ahora parece sé esta recuperando.

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